River Plate habilita su sede como albergue para indigentes

La Jornada:                   La muerte de Sergio Zacaríaz, un hombre desocupado de 53 años que falleció de frío esta semana, a sólo cuatro cuadras de la Casa Rosada, sede del gobierno nacional, y de otras cuatro personas también por hipotermia en todo el país, evidenció la tragedia argentina con miles de familias que viven en las calles, no sólo en esta capital, sino en la provincia de Buenos Aires, el Conurbano y otros estados, ante lo cual el Club de Fútbol River Plate decidió abrir desde la noche del miércoles las puertas de su sede para refugiar a centenares de personas, a las que se ofreció también comida para pasar la noche más fría en lo que va del año.

La ONG Red Solidaria, que preside Juan Carr, apoyó esta gestión, reuniendo ayuda en esta capital y todo el país. La tarde de este jueves ante la ola polar continuando el ejemplo de River se sumaron a esta iniciativa, otros clubes como Racing para recoger además ropa, frazadas ,colchones y comida, mientras que son miles los comedores solidarios que abastecen a una población desesperada, arrojada a las calles por la gravedad de la crisis ya que, no pueden pagar sus alquileres ni las elevadas tarifas de los servicios.

La mayoría de los jefes de familia son parte del ejército de desocupados, mientras los despidos masivos continúan y las nuevas cifras oficiales de determinan que la crisis económica golpeó nuevamente a la industria, que no logra detener el desplome: en términos interanuales y cayó a casi siete por ciento en mayo y hace 13 meses que registra cifras negativas. Los sectores más perjudicados fueron el automotriz, l textil y otras ramas manufactureras. Cada día cierran entre 30 y 40 negocios en esta capital.

La imagen de familias con sus niños, especialmente en la zona céntrica donde hay más edificios antiguos, en cuyas entradas pueden refugiarse mejor, es desoladora y la solidaridad popular y de las iglesias que no solo abren sus puertas para dar la única comida que tendrán los asistentes a sus comedores, sino que ofrecen en algunos barrios lugar para bañarse aunque sea una vez en la semana y lavar sus ropas, lo que da cuenta de esta tragedia que estalla en las manos del gobierno de Mauricio Macri.

Durante su reciente estadía en Europa, el presidente Macri mencionó que Argentina produce alimentos para más 400 millones de personas, pero en este país la cifra de indigencia aumentó hasta alcanzar casi cinco millones de habitantes y más de 50 por ciento de los niños están en el margen entre esa indigencia y la pobreza.

Ante la situación de emergencia no hubo respuestas del gobierno, ni de la ministra de Salud y Desarrollo Social, Carolina Stanley. El vicejefe del gobierno porteño Diego Santilli, por su parte reconoció que la cantidad de personas en la calle se incrementó cinco por ciento en los últimos seis meses, según los datos oficiales, pero no se hace nada.

Voceros cercanos al gobierno se burlaron o denigraron la acción de River, e incluso un diputado de Cambiemos, Fernando Iglesia, consideró que “esto de la gente en las calles” es “una opereta”, según él, montada por el peronismo. De la misma manera los trolls, que maneja el gobierno respondieron con una catarata de insultos, ante lo cual hubo significativas respuestas y demandas de diversos sectores políticos y sociales.

Carr, de la Red Solidaria, informó que tres de las víctimas se registraron en la provincia de Buenos Aires, una en Jujuy (noroeste) y la última en la capital argentina. En este caso también otras organizaciones sostienen que la cifra de muertos es mucho mayor, porque no se cuenta todos aquellos que fueron a parar a hospitales “y murieron en la más absoluta soledad y abandono”.

Marisa, una mujer con cuatro hijos pequeños y el esposo internado por una enfermedad originada en la desnutrición ya no sabe en qué portal dormirá cada noche. A veces se han reunido unas cinco familias debajo de las autopistas haciendo una pequeña fogata. “Comemos de la ayuda que nos taren vecinos, pero el tema es el frío en estas noches y las lluvias. Con otras personas nos juntamos todos debajo de viejas frazadas y las telas de plástico y nos abrazamos para juntar calor, pero no basta”.

Alberto C. hace tres años se quedó sin trabajo y su esposa discapacitada “con la situación ni siquiera puedo mantenerme con lo que podía hacer limpiando comercios y dejamos el cuarto que no podíamos pagar. Como en la Iglesia de Don Bosco en el barrio de Almagro donde éramos cien y ahora somos más de 300 y así sucede en todos los barrios. Y puedo llevar comida a mi esposa que no puede desplazarse. No se que será de nosotros y del país, nunca viví algo igual”.