Precrastinar: no por mucho madrugar amanece más temprano

No, no fue un error de dedo. Aunque procrastinar es seguramente el concepto con el que ya estás familiarizado, últimamente nos da por madrugar de más, por precrastinar. Hablemos del tema.

Me atrevo a afirmar que no soy la única que, con regularidad, vive de prisa. Vamos corriendo hacia no sé dónde, (medio) hacemos mil cosas al mismo tiempo, tratamos de adelantarnos. Eso es precrastinar.

David Rosenbaum, profesor de la Universidad de California, en Riverside, Estados Unidos, es quien, en 2014, acuñó el término “precrastinación”, según The New York Times. Sí, es justo lo opuesto a procrastinar.

Por supuesto, precrastinar no es sinónimo de eficiencia, en el afan de querer resolverlo todo lo antes posible, hacemos un esfuerzo adicional. Tenemos una larga lista de pendientes y somos incapaces de diferenciar entre lo urgente y lo importante.

Todo es culpa de la ansiedad (y responsabilidad nuestra). Evitamos sentirnos culpables haciendo de más, gastando energía que no tenemos hasta quedar irremediablemente exhaustos. Y lo hacemos, desgraciadamente, para sentirnos valiosos, productivos.

 

¿Te ha pasado que recibes un correo en medio del lunch y sientes la necesidad imperiosa de contestarlo ASAP? Bueno, eso es precrastinar. Y si “ASAP” es un término que usas con regularidad en tus correos, eres, además, un godínez precrastinador.

Y, entonces, ¿cómo evitarlo?

Acéptalo. Sí, el primer paso es aceptarlo. Desgracidamente, precrastinar es una conducta que está bien vista, pues nos han hecho creer que estar muy ocupado es sinónimo de éxito.

¿Cuándo sí y cúando no? Habrá ocasiones en las que puedas adelantar trabajo y otras en las que hacerlo te meta en serios problemas. Evalúa la situación, si hacer algo antes de tiempo puede traerte beneficios (y a los demás), es una buena oportunidad; si no cuentas con información suficiente para tomar tal o cual decisión, espera.

Aprende a decir “no”. Si planificas tu jornada, en casa, en el trabajo o para un día de ocio, podrás priorizar y decidir qué pudiera ser un extra en tu día y qué no. Deja de precrastinar (cuando no sea estrictamente necesario) y haz que tu tiempo libre sea sagrado.

Verás que tu cuerpo y mente te lo van a agradecer.