Reconocen a Alfonso Rodríguez como el mejor bolichista mexicano de la historia

Excelsior

Alfonso Rodríguez, el mejor bolichista mexicano de la historia, conquistó dos grandes metas sin salir siquiera de su casa.

Casi al mismo tiempo que su libro “Tu pasión puede ser tu destino” salió a la luz, un proyecto que le llevó más de 20 años cristalizar, Rodríguez fue notificado que su nombre será incluido en el Salón de la Fama Panamericano de Boliche, convirtiéndose en el primer mexicano en obtener tal reconocimiento.

Quién iba a pensar que estos días, en los que por primera vez en toda mi vida no tengo la posibilidad de ir a jugar boliche, iban a resultar tan buenos para mí”, dijo Rodríguez, quien en su trayectoria presume ser campeón mundial de boliche, dos veces subcampeón mundial, 17 veces campeón nacional y siete más campeón panamericano.

 

Han sido muchos años en este deporte al que le he dedicado gran parte de mi vida y que me ha dado muchas satisfacciones a nivel personal, profesional y familiar. Siento que estos dos logros vienen a redondear toda una carrera llena de esfuerzo y dedicación”.

Todos los homenajes que Rodríguez pueda recibir serán en gran parte porque logró que toda su vida girara en torno a este deporte, sin que esto significara un sacrificio.

Cuando amas lo que haces, lo disfrutas y ya no lo sufres, hay sacrificios, pero lo disfrutas, no sientes que estás perdiendo algo”, explicó. “El boliche tiene la bondad que practicarlo no necesariamente te priva de la convivencia. Puedes entrenar con tu equipo, solo, o con tus amigos o tu familia.

 

Ha sido Campeón Mundial de Boliche, 17 veces campeón nacional y 7 más campeón panamericano.

Ha sido Campeón Mundial de Boliche, 17 veces campeón nacional y 7 más campeón panamericano.

 

Quizá el mayor sacrificio o dolor es cuando después de tanto practicar te salen ampollas en los dedos, te sangran y sabes que no puedes parar, pero hasta a eso te logras acostumbrar”, dijo.

El amor por el boliche le llegó a Alfonso desde la adolescencia, al inicio de la década de los 60 y le ha sabido dar su tiempo durante todas las etapas de su vida.

Al principio fue fácil porque realmente mi única obligación era ir a la escuela y hacerle caso a mi mamá, eso me daba bastante tiempo para poder ir al boliche”, recordó. “Cuando entré a estudiar a la facultad se volvió un poco más complejo, pero aprendí a organizar mi tiempo para estudiar, trabajar, jugar boliche y estar con mis padres en casa”.

Con el paso del tiempo, la complejidad se fue elevando. Rodríguez terminó su carrera y encontró un trabajo como contador en un boliche. Contrajo nupcias y tuvo una familia, pero siguió queriendo más.

Abrí una fábrica de pelotas de boliche y una tienda de artículos de boliche. Ese fue el sustento mío y de familia durante más de tres décadas”.

Y hoy de nuevo todo vuelve a ser sencillo y simple. “Mis hijas gracias a Dios son personas de bien, ellas no tienen nada que ver con el mundo del boliche, y hace algunos años decidimos ya no continuar con la fábrica y pasar la vida un poco más relajada”, comentó.

Durante todo este tiempo, no sólo jugó en los niveles más altos del deporte mundial, sino que también entrenó a muchos jugadores de distintos países. Ahí se dio cuenta de lo importante que la preparación intelectual podría ser para este deporte, tanto o más importante que la física.

Probablemente si traes a un jugador que sea muy bueno, que tenga 18 años, no me va a ganar a mí que ya tengo 70, porque esto no sólo se trata de preparación física, donde seguramente él tendría mejores condiciones que las mías, pero hay muchas otras circunstancias.

Cuando empecé a jugar en Estados Unidos, me di cuenta de que los grandes jugadores no sólo se preparaban físicamente, si no que leían mucho de este deporte”, enfatizó.

Para Alfonso, la lectura fue clave para forjar gran parte de su carrera exitosa y por ello sintió la obligación de compartir algo de ese conocimiento.

Los libros de deportes en español son muy pocos y de boliche eran prácticamente inexistentes”, explicó. “Hoy me siento muy satisfecho de poder dejar este libro a las generaciones venideras y que así como yo aprendí leyendo a otros grandes autores, alguien más pueda aprender de mí”.

Ahora, Alfonso espera pacientemente a que la contingencia sanitaria le permita hacer sus primeras chuzas mientras tanto está dedicado en que el libro llegue a todos los que quieran aprender a dominar su mente y que su pasión pueda ser su detino.