Algunas estaciones de metro de Járkov se han convertido en parte en improvisadas aulas de clase para cientos de niños que no tienen otra opción segura para tener una educación escolar presencial en medio de los ataques rusos a la ciudad que está a 30 kilómetros de la frontera.
A primera vista pueden parecer clases normales, si no fuera por el entorno inusual que las rodea. En una de las aulas unos veinte niños escuchan con atención a su profesor mientras unos metros por debajo de ellos los trenes del metro van y vienen.
Por encima de ellos, metros de hormigón y tierra ofrecen la única protección fiable contra los misiles y drones rusos que siguen causando víctimas y mataron a seis personas en el último ataque del fin de semana.
Más de 120 escuelas han resultado dañadas en los ataques y un misil ruso tarda 30 segundos en llegar, mientras que la ciudad no tiene sistemas de defensa aérea modernos capaces de interceptar los misiles S-300 que se utilizan habitualmente en los ataques.
El alcalde de la ciudad, Igor Terekhov, anunció recientemente la construcción de una escuela subterránea. Sin embargo, por ahora, unos mil 200 niños de entre 6 y 10 años asisten a clases improvisadas en cinco estaciones de metro.
Se están rediseñando dos estaciones más con la esperanza de crear espacio para al menos 200 estudiantes más.
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