En La Habana Vieja, Cuba, una fila de personas se ha convertido en un tumulto de gritos y empujones bajo la lluvia mientras esperan por comida descongelada, vendida en pesos cubanos después de cuatro días de apagón. Un empleado de una tienda estatal en dólares intenta calmar a la multitud, que anhela el escaso alimento disponible.
La capital cubana comienza a retomar la normalidad que precedía al apagón nacional del viernes, que dejó a la isla con seis horas diarias de cortes eléctricos. A pesar de los esfuerzos por restablecer el sistema eléctrico, la tensión y la irritación son palpables en lugares como La Habana Vieja.
Patricia, una cubana de 52 años, representa la difícil realidad del ciudadano promedio: su hogar carece de luz, agua y gas, lo que complica aún más su situación. «La población ya no puede más, la verdad», expresa con resignación, cansancio y frustración. Con una bolsa de plástico que contiene un jamón sudoroso, Patricia ha estado buscando comida en la calle durante horas, enfrentando la escasez provocada por la falta de electricidad. Desde su hogar en El Cotorro, en el extremo sur de la ciudad, relata que la desesperación ha llevado a sus vecinos a improvisar fogatas con las maderas de sus camas para cocinar antes de que los alimentos se echen a perder.
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