Escribir para soltar: una terapia para los que no pueden ir a terapia.

Sé que, en plena pandemia, pagar una terapia psicólogica podría no parecer prioritario. Te entiendo perfecto. Sé que la renta y tu casero no esperan, pero hay decenas de opciones terapéuticas a las que solo tendrás que invertirles un rato cada día: escribir, por ejemplo.

Sí, puede sonar muy simple, hasta inverosímil, pero escribir es terapéutico. Hacerlo como sea donde sea funciona, tomar conciencia mientras se escribe es particularmente beneficioso y una buena forma de afrontar los problemas (los que sean).

Hace años que la psicología de la Gestalt se vale de la escritura terapéutica para propiciar reflexiones, para que el paciente logre “darse cuenta” y, eventualmente, racionalizar las emociones.

Probablemente has sentido que tu mente te controla. Yo también. Es mucho más común de lo que parece. Tim Gallwey hablaba en El juego interior del tenis sobre el “yo” número 1 y el “yo” número 2, el primero es esa voz interior que no confía, el miedo que te paraliza. Escribir es soltar todo lo que ya no te sirve, quitarle poder a pensamientos intrusivos.

Hacerlo ayuda a que ordenemos nuestras ideas de forma coherente, además, podemos visibilizar nuestra realidad, hacernos responsables solo de lo que nos corresponde. Cuando escribes, aclaras la mente.

Un estudio de la Universidad Metodista del Sur, en Texas, Estados Unidos, descubrió que, por ejemplo, las personas que habían sido despedidas del trabajo y que escribían sobre sus sentimientos, se recuperaban más rápido que el resto. Ahora mismo, escribir para ti está resultando catártico para mí.

Cuando escribes, puede tomarte por sorpresa el llanto o quizá un montón de carcajadas, da igual, déjalas salir. Por eso, siempre recomiendo escribir en privado, de noche y música de fondo. No te preocupes mucho porque lo que escribes tenga sentido para otros, es un acto de amor propio, no lo vas a publicar (¿o sí?).

Escribe un diario, una carta para ese amor que quedó en puntos suspensivos o, mejor aún, escríbele a tu niño interior, justo ahí suelen residir nuestras más grandes heridas. Escribir no cuesta un solo peso y, sin embargo, trae consigo una buena dosis de autoconocimiento.

Por cierto, en cuanto tu bolsillo te lo permita, visita a un psicólogo. Creo fielmente que la sanación viene solo después de probar una, otra y otra técnica (en mi caso, varias al mismo tiempo).